domingo, 6 de octubre de 2019


EL PROCESO ELECTORAL DE 2019 Y EL USO DE LA PALABRA

Un tema bastante interesante y a la vez muy preocupante consiste en el uso de la palabra en el actual proceso electoral que terminará con la elección de gobernadores, diputados, alcaldes, concejales y juntas administradoras locales. La palabra es el instrumento que utilizamos para establecer comunicación con el otro, entendido éste, tanto en sentido singular como plural. Al juntar varias palabras, formamos los mensajes, cuyos contenidos son materia de estudio por los efectos que producen en los receptores. Muchas veces van acompañados de música, para llamar más la atención, o de figuras representativas como jóvenes ambiciosos, con gran entusiasmo para triunfar en el futuro, o de personas de reconocida reputación. En esencia, se busca llamar y cautivar el interés para convencer a los destinatarios, con el fin de que apoyen, en el caso que nos convoca, la propuesta política de los aspirantes a los cargos antes citados.

En ese intermedio entre conocer el mensaje y pensar en su contenido, cada persona, según su sensibilidad, queda inquieta y seguramente recuerda con frecuencia qué le dijeron. Hasta allí, estamos ante un proceso natural. El asunto se torna complejo y problemático cuando el contenido del mensaje es violento, insultante, desafiante y podríamos agregar otros calificativos negativos, todos cargados de una fuerza incitante, en vez de ser mensajes con propuestas sensatas y necesarias a los requerimientos de cada comunidad. Pero sobre todo, deberían ser  mensajes que inviten a reflexionar y que no generen reacciones primarias, de manera que se estimule un ambiente pacífico para enterarnos de qué dicen los actuales candidatos y cuáles son sus proyectos y las posibilidades de realizarlos.

Recordemos, así sea muy teórico, que una verdadera democracia, para que se real, desde la perspectivas de los mensajes, es un sistema político que estimula la pluralidad y la diversidad, precisamente de los mensajes, que deben expresarse en forma argumentativa, libre y respetuosa, y al mismo tiempo, ser acogidos en un ambiente de diálogo público, en lo que podría llamarse una especie de plaza pública, donde todos tengamos la oportunidad de hablar porque nos hemos puesto de acuerdo en unas reglas mínimas de convivencia desde la palabra. Hasta aquí el deber ser en la difusión de los mensajes.

Todo lo que hemos dicho, si lo trasladamos al actual proceso electoral, sería mucho lo negativo que tendríamos que decir y reconocer de lo que está pasando en toda Colombia. El caso más reciente y doloroso es el asesinado de la candidata a la alcaldía del municipio de Suárez, en el departamento del Cauca, junto con su señora madre y parte del equipo de la campaña, y quien ya había denunciado que estaban difundiendo mensajes mentirosos que la comprometían con propuestas que ella no estaba defendiendo. También en el departamento de Antioquia, asesinaron a un candidato a la alcaldía del municipio de Toledo. Esa violencia, estimulada mediante el mal empleo de las palabras, constituye, sin la menor duda, la guerra de mensajes que tenemos que evitar. Por eso, proponemos a cada colombiano, asumir una conducta positiva con el empleo de las palabras, para sumar esfuerzos y atajar más hechos violentos en este proceso electoral. Pero, además, que ese comportamiento sea diario y normal en nuestra vida. Al final, todos trabajaríamos por un ideal para llegar a la realidad.  
 





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