lunes, 6 de mayo de 2019


SIGUE LA VIOLENCIA EN LAS MANIFESTACIONES PÚBLICAS

El pasado primero de mayo, hubo en todo el país, las ya tradicionales manifestaciones públicas, para hacer referencia a las luchas de los trabajadores por las reivindicaciones, muchas de ellas, aún pendientes de soluciones definitivas o al menos, que satisfagan las peticiones insistentes y que son tan evidentes como el mejoramiento del servicio médico, los reconocimientos salariales pactados y todavía sin cumplirse y que buscan recuperar parte del poder adquisitivo del dinero que se recibe cada mes.

Es apenas natural que no solamente los trabajadores, sino todas las organizaciones sociales, culturales, políticas, estudiantiles y, en general, que los grupos representativos de movimientos diversos y plurales hagan uso de este derecho que, como fundamental que es, hace parte de la libertad de expresión, tan necesaria en nuestro medio, como parte esencial de un sistema democrático que tiene en la palabra, un instrumento muy eficaz para las comunicaciones, y a la vez, que éstas son tan necesarias y esenciales para conocer lo que piensan los demás. Hasta allí, consideramos que casi todos estamos de acuerdo. Sin embargo, cuando analizamos lo que ocurrre en las marchas es cuando pensamos que la violencia desnaturaliza este tipo de manifestaciones y que casi siempre terminan en enfrentamientos con la policía.

En concreto, nos referirmos a quienes se encapuchan y luego se infiltran en las marchas, no solo para pintar edificaciones sino lanzar piedras, quebrar vidrios y provocar desórdenes en las calles. Por ejemplo, pudimos ver cómo en Bogotá, en plena plaza de Bolívar, lanzaban piedras a la policía, arrancaban el material protector de edificaciones que estaban en limpieza, sobre todo, de lugares históricos, cuyos daños por la pintura y las piedras lanzadas, costarán muchos millones de pesos.

Por consiguiente, lo ocurrido, que constituye actos vandálicos y violentos, deberían ser rechazados por las personas que consideran que las manifestaciones públicas, como parte de las libertades y de los derechos de movilización y de expresión, jamás deber ser aprovechas por otras personas que no solo causan daños sino que constituyen formas de impedir que quienes quieren hablar a los demás, pierdan una oportunidad excepcional para lograrlo. Por tanto, las autoridades y los organizadores de estas marchas, deben buscar opciones que impidan que estos actos bochornos vuelvan a suceder porque de verdad que no podemos seguir con este tipo de espectáculos que no contribuyen a una cultura de expresión callejera pacífica.

 
  

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