lunes, 9 de agosto de 2010

El nuevo gobierno y las libertades públicas

Se inicia un nuevo gobierno con muchas expectativas en todos los campos. Ojalá en los asuntos sociales y económicos, se logren grandes realizaciones porque son muchas las personas que esperan los efectos positivos para superar tantas dificultades que afrontan. Podríamos seguir citando otros campos, como el orden público, las relaciones con los otros órganos de poder y las relaciones internacionales, sólo por mencionar parte de esta compleja situación que vivimos. Por materia, debemos hacer especial énfasis en las garantías que se encaminan en el propósito de que las libertades públicas sean siempre expresión de un gobierno, inspirado en los principios de la democracia, que prefiera el exceso al establecimiento de obstáculos.

Cuando hablamos de libertades públicas, nos referimos a muchos formas de manifestación pública y popular, pero pacífica. Porque un país, que carezca de formas civilizadas de expresarse ante el gobernante, bien sea para decirle que está de acuerdo son sus políticas, o para hacer propuestas alternas, o para protestar cuando no se le escucha, es un pueblo que ha perdido la sensibilidad y el interés por los asuntos que tienen importancia para la comunidad. Y, sobre todo, hoy, cuando gracias a la multitud de medios de comunicación, estamos todo el día enterados del acontecer local, regional, nacional e internacional.

En nuestro caso, las libertades públicas son connaturales al ejercicio del derecho a la información, como máxima superación del clásico derecho a la libertad de expresión. Hoy, la palabra es el instrumento que más utilizamos para establecer relaciones sociales de distinto contenido. Por ejemplo, para mantener una conversación familiar, para explicar la forma de realizar el trabajo, para hacer gestiones, para saludar a todo el mundo. En fin, nos alargaríamos demasiado, si nos detenemos a hablar de que la palabra, hecha comunicación, es parte inherente de toda comunidad, porque no existe la una sin la otra, como lo han afirmado los grandes estudiosos de los fenómenos sociales, culturales, lingüísticos, políticos y de distinto orden.

Esta primera parte, nos sirve de fundamento, para anticiparnos a reclamar del recién instalado gobierno, que sea celoso guardián de todas las libertades públicas. Que prefiera ser tachado de garantista en lugar de ser ligero para pronunciarse en desacuerdo con las manifestaciones sociales. Al contrario, es su deber escuchar a los ciudadanos y a sus organizaciones, porque muchas veces, el punto del vista del otro, está mejor sustentado de quien cree tener siempre la razón. Sólo mediante el empleo de la palabra, y aunque parezca ser un lugar común esta aseveración, es como los seres humanos, todos, sin excepción, nos ponemos a examinar las distintas posturas frente a los asuntos públicos que, de por sí, a todos nos pertenecen.

Por consiguiente, en lugar de un gobierno contestataria, esperamos un gobierno deliberante. En lugar de un gobierno sordo, confiamos en un gobierno presto a las expresiones de la comunidad. En lugar de un gobierno que amenace, debemos tener un gobierno dialogante. En lugar de un gobierno de confrontación con sus contradictores, deberá ser un gobierno receptivo y abierto a las expresiones de quienes afirmen tener mejores argumentos que la autoridad. En síntesis, en lugar de un gobierno autoritario en el uso de la palabra, anhelamos un gobierno que respete todas las formas de libertad de expresión y las tenga en cuenta en todos los momentos en que vaya a tomar decisiones trascendentales. Porque, si llegare a ocurrir así, el antes llamado "cuarto poder" que ahora es el primero, será el poder mediático, convertido en auténtico vocero de la sociedad librepensadora y democrática.

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