CONVOCATORIA
NACIONAL POR LA PAZ EN COLOMBIA
Existe un dicho muy
reiterado, sobre todo, por los historiadores y por el común de las personas, en
el sentido, de que el que no conoce la historia, está condenado a repetirla. Y
se complementa con la memoria que todos debemos tener, en el sentido, de
recordar aquellos hechos que han dejado profunda huella en la sociedad y, en
nuestro caso más específico, en Colombia.
El 7 de febrero de 1948,
una marcha pacífica y silenciosa, recorrió el centro de Bogotá, una ciudad
todavía, muy provinciana, con la participación de personas que llegaron de
todos los rincones de Colombia.
Quien hizo la
convocatoria fue el gran líder y movilizador de masas, JORGE ELIÉCER GAITAN,
entonces, constituido como el gran jefe del partido liberal que había ganado
las elecciones pero había perdido el poder, porque fue elegido presidente, para
el período 1946-1050, el conservador Mariano Ospina Pérez, descendiente de una
familia, perteneciente a dicho partido, que ya había tenido como presidentes a
Mariano Ospina Rodríguez y a Pedro Nel Ospina.
Veníamos de una corta
hegemonía del partido liberal, que había empezado en 1930, cuando Enrique Olaya
Herrera ganó la presidencia frente a los contendores conservadores, el maestro
Guillermo Valencia, y el hombre de armas, general Alfredo Vásquez Cobo. Y el
partido liberal se mantuvo en el poder, como dijimos, desde 1930 hasta 1946,
tiempo en el cual se hicieron grandes reformas sociales, económicas, laborales,
culturales, educativas y políticas.
Estábamos viviendo
momentos de gran efervescencia en toda Colombia. Es cuando se organizan
movimientos, entre ellos, de los obreros, de los poetas, de los escritores y de
los amantes el teatro. Surgen periódicos y revistas. Existe entusiasmo por el
debate.
En diciembre de 1928,
ocurre la matanza de las bananeras en Santa Marta, que originó una grave
denuncia en el congreso por parte de Jorge Eliécer Gaitán. Son tiempos en que
ya se vislumbran actos de violencia, sobre todo, entre grupos de conservadores
y de liberales. Hasta la iglesia, por medio de algunos religiosos, interviene
en el púlpito, no con los mejores sermones en favor de la paz y la convivencia
entre todos los colombianos, sino que excomulga a periodistas que defienden las
libertades públicas, entre ellas, la de cultos.
Sería muy extenso si nos
detuviéramos en los distintos acontecimientos desde 1930 hasta nuestros días,
para que concluyamos que hemos vivido muy pocas temporadas de paz y de
tranquilidad. La mayor parte del tiempo, casi en violencia, como la que estamos
viviendo con el actual paro, que empezó el 28 de abril y sigue, sin que se
vislumbre su pronta terminación.
Este breve comentario nos
lleva a una corta reflexión porque necesitamos la paz, y la paz en todos los
pueblos y ciudades de Colombia. Que sea realidad, como dice la constitución
política de 1991, artículo 22: la paz es un derecho y un deber de obligatorio
cumplimiento.
Luchemos porque tan
trascendentales ideales se cumplan.
Y al mismo tiempo, recordemos
las palabras que pronunció ese 7 de febrero de 1948, Jorge Eliécer Gaitán, como
oración por la paz, pero ya no diríamos, “Señor
Presidente Mariano Ospina Pérez, sino señor presidente, Iván Duque Márquez:
“Bajo el peso de una honda
emoción me dirijo a vuestra Excelencia, interpretando el querer y la voluntad
de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta
injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para
la patria”.
Invitamos a leer toda la
oración por la paz de Jorge Eliécer Gaitán, que cobra hoy y mantiene siempre su
vigencia, para rogar a todos los hombres y mujeres de Colombia, y a todos sus
gobernantes, que necesitamos paz, pero paz con justicia social, porque el
hambre, la falta de vivienda digna, de trabajo, de atención en salud y la
carencia de miles de cosas elementales de la vida cotidiana a millones de
colombianos, amenazan todos los días y con más rigor a los más de pobres de
Colombia, que es un alto porcentaje de la población, que al unísono piden paz
pero con justicia para todos. ¡Tenemos que escucharlos!
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