¿AMENAZA DE CENSURA EN LA
FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN?
Con una nueva sorpresa conocimos la cita que le hizo el señor Fiscal
General de la Nación, Eduardo Montealegre, a la abogada y periodista, María
Isabel Rueda, para que explicara el contenido de la entrevista que sostuvo y
publicó en el periódico El Tiempo, con el también periodista Francisco Santos,
ahora candidato a la Alcaldía de Bogotá. Aún no entendemos las razones para
este proceder, sobre todo, si nos atenemos a las funciones esenciales de la
Fiscalía General de la Nación, que se centran en la investigación de la
comisión de delitos y en acusar ante los jueces a los posibles autores de tales
conductas, si en esta oportunidad, al aplicar dichas funciones, se podía establecer
que existía o había la más mínima sospecha de que aquella entrevista contenía
elementos constitutivos de delitos. No otra podría ser la justificación a
primera vista.
Sin embargo, en nuestra modesta apreciación, nos apartamos en forma
absoluta de esta conducta, porque aunque es posible que por empleo de los
medios de comunicación se puedan cometer delitos, en esta ocasión, no
encontramos la más mínima sospecha de que haya ocurrido un comportamiento delictivo.
Más bien podría configurarse un abuso del poder que, en tal caso, sí merece ser
rechazado por todos los periodistas de Colombia.
Por tanto, es la ocasión propicia para una corta reflexión sobre el papel
tan trascendental de los medios de comunicación en una sociedad, como la
nuestra, que se siente satisfecha de ser democrática y deliberante, y sobre
todo, del cuidado de los mismos, en el tratamiento de los distintos mensajes
que se difunden para no incurrir en faltas, que por la gravedad lleguen a
merecer ser investigadas y castigadas. Si eventualmente ocurrieran, también sería
la oportunidad para un aprendizaje que a todos nos interesa.
Nos corresponde entonces, llamar la atención de todas las autoridades, en
especial, en esta ocasión, al señor Fiscal General de la Nación, para ser muy
cuidados cuando deban actuar ante los periodistas por el ejercicio de la
profesión, porque, como ya dijimos, no estamos exentos de violar las leyes de
carácter penal, pero tampoco es lo más adecuado convocar, muchas veces en forma
pública, para que determinado periodista concurra a un despacho oficial a
explicar su comportamiento, si éste, que debe contar con suficientes garantías,
se siente amenazado y, sobre todo, porque su nombre y su reputación se han
puesto en duda y discusión, circunstancias que afectarán tal vez exageradamente
la trayectoria de un periodista que se ha dedicado a servir a sus sociedad y
nunca ha tenido la intención de traicionarla con su trabajo.
Por consiguiente, rechazamos estas conductas, como la del señor Fiscal
General de la Nación que causan más daño que provecho a una dependencia tan
importante en la organización de un Estado de Derecho, como lo proclama nuestra
Carta Magna.
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