martes, 12 de marzo de 2013


EL DERECHO A LA INFORMACIÓN FRENTE A LA SALUD DE LOS GOBERNANTES, A PROPÓSITO DE LA MURTE DEL PRESIDENTE CHAVES


Esta es la segunda ocasión en que nos referimos a este tema, que siempre será de mucha trascendencia en los sistemas políticos clásicos, que hunden sus raíces en la democracia liberal, comparados con los sistemas totalitarios. Para empezar, debemos recordar que en nuestras democracias, una de sus reglas esenciales consiste en la publicidad de todos los actos de los gobernantes con muy pocas excepciones, debidamente justificadas y aceptadas universalmente. En sentido contrario, en los regímenes autoritarios, la norma general es el secretismo y podría decirse que, en sentido contrario, la publicidad del quehacer del gobernante es la excepción.

Ahora, al comparar la publicidad con el secretismo, en el caso concreto de un asunto tan delicado de los gobernantes, como es su estado de salud, es cuando podemos analizar las grandes diferencias que se aprecian de una manera categórica y con grandes repercusiones en sus respectivos países.

Al concretar el examen a la situación del presidente venezolano, Hugo Rafael Chaves Frías, podemos afirmar que no nos queda la menor duda de que solamente en un sistema democrático, por más fallas y defectos que pueda tener y que se son susceptibles de corregirse, es donde es posible que la sociedad entera, tenga la posibilidad de ejercer su derecho a saber la verdad sobre las enfermedades, los tratamientos, las incapacidades, el período de recuperación y, si se llega al extremo, de conocer la muerte de su gobernante, pero jamás, que pasen los días, las semanas y los meses sin que se tenga certeza de lo que está ocurriendo con el respectivo mandatario, quien, además, en forma regular debe estarse comunicando con su comunidad, valga la redundancia.

Porque en una democracia y, específicamente, en relación con la salud de los gobernantes, ésta debe ser de publicidad permanente. Porque, como es apenas natural y normal, en estos sistemas de gobierno, deben existir siempre, entre la autoridad y la sociedad, muchos espacios para dialogar, para informar, para deliberar, para que haya visibilidad del gobernante, porque éste, debe, todos los días, contar qué actividades tiene programas, los lugares de desplazamiento y el quehacer en cada uno de ellos. Lo mismo que de las visitas que recibe, de los documentos que firma, de los proyectos que tiene en estudio, de las relaciones con otras dependencias del Estado y con otras naciones. En otras palabras, es estar en un país, donde se satisfaga de verdad, el derecho fundamental a la información.

Y, cuando no es posible el ejercicio de tan importante derecho, porque los gobernantes callan constantemente, mienten siempre, ocultan la verdad y la tergiversan, entonces, tendremos que decir que, infortunadamente, un régimen, con estas características, tiene que ser denunciado por quienes seguimos fieles a la utopía del derecho, como forma de proclamar y garantizar la convivencia en una sociedad que se precie de ser auténticamente democrática. Por fortuna, en Colombia, a pesar de las dificultades que vivimos, podemos gritar y con mucha fuerza, que vivimos un proceso de construcción permanente de una anhelada democracia, que tendrá que extenderse a todos los campos, con énfasis en lo social, lo económico, lo político, lo lingüísticos y lo jurídico. Creemos no estar equivocados.



















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