lunes, 27 de agosto de 2012


UN DEBATE NECESARIO Y REFRESCANTE SOBRE LA LIBERTAD DE OPINIÓN

Esta semana que termina estuvo bastante interesante por la polémica que ha suscitado el anuncio, mediante comunicado, ampliamente difundido y comentado, en el sentido de que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia va a denunciar ante los fiscales competentes a las periodistas Cecilia Orozco y María Jimena Dussán por las críticas que ellas han hecho a decisiones que han tomado los magistrados de dicha Sala.

Decimos que es un debate necesario y refrescante sobre la libertad de opinión, porque, ¿qué pasaría si en este país, no hubiera controversia?  Empecemos por recordar que la Carta Magna tiene unos principios que estamos en el deber de darles vida real en las relaciones cotidianas, entre ciudadanos y autoridades. Por ejemplo, al tratarse de una democracia, éste es un régimen político que se nutre del ejercicio de la palabra. Y cuando la empleamos, no es para decir que estamos de acuerdo. Al contrario, la utilizamos, no sólo para expresar consensos que, con toda seguridad los habrá. Por ejemplo, en cuanto al reconocimiento, el respeto y la práctica de los derechos humanos, empezando por el derecho a la vida, tenemos, salvo muy pocas excepciones, el convencimineto de que la inmensa mayoría está de acuerdo.

Pero también, mediante la palabra, manifestamos el desacuerdo. Y en este caso, igual que en anterior, nos apoyamos en argumenentos para sustentar dicha posición. Por eso, tenemos el respaldo de otro principio esencial de la democracia: la garantía de la libertad de expresión, para que su ejercicio permita que quien quiera, exprese el mensaje que desee. Y agregamos que, precisamente, esta garantía se consttuye en el derecho fundamental a la información, cuyo ejercicio goza de otra garantía, consistente en que no habrá censura. Por eso, se habla, se escribe y se difunde, sin que la autoridad tenga potestad para revisar previamente los contenidos. Como una forma de equilibro por ese derecho, quien lo desarrolle, sabe también que es responsable de lo que dice. Es la llamada responsablidad legal posterior, otra importante garantía.

En resumen, la sociedad actual, que en nuestro caso, está proclamada como la sociedad del diálogo permanente y del debate diario, no puede asustarse cuando, como en este caso, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia considere que en las opiniones que han hecho públicas las periodistas citadas por sus decisiones, no son de su satisfaccíón y, que por tanto, se requiere la intervención de la autoridad judicial para investigar porque a  su parecer, se pudo haber cometido el delito de injuria o del delito de calumnia.

Con esa postura, se revive la controversia sobre estos dos delitos, en especial, por el de calumnia, por considerarse que en las expresiones que califican las decisiones de las autoridades, sean éstas judiciales o administrativas, las palabras van cargadas de intenciones perversas y que por ello, hay méritos suficientes para investigar y sancionar.

Nuestra postura en esta materia es clara: no tenemos censuara. Por tanto, tenemos plena libertad para expresarnos. Por ello, cuando lo hacemos, podemos decir verdades, mentiras, insultar, acusar u otros contenidos. Tal comportamiento demanda responder por lo que se afirma. En consecuencia, si alguna persona se siente ofendida, simplemente puede procedee a hacer el reclamo, pero el reclamo, no siempre tiene que ser mediante la intervencíón judicial, y menos, cuando quien se siente perjudicado es una autoridad, porque si la opinión, o el llamado juicio de valor, está bien fundamentado, el presunto afectado no podrá demostrar lo que pretendía.

En otras palabras, tampoco podría pensarse que cuando la reacción de la autoridad, muchas veces, fundada en razones emotivas y pasajeras, dicha conducta se aproxime a una amenaza de censura o una censura. No. Al contrario, hagamos un debate más amplio para demostrar que quien critica, lo hace con suficientes fundamentos, para que de esa manera, vivimos la verdadera democracia del debate, sin temor a las palabras, porque ellas van llenas de contenidos argumentativos, tan esenciales y escasos en estos momentos, sobre todo, en Colombia. En síntesis, entre más debate, más solidez de nuestra democracia. Entre menos debate, más debilidad de nuestra democracia.














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